Con un público entregado, se repartieron hasta trece orejas y cuatro rabos
Francisco Ojados/ Murcia/ la Verdad
EL FESTEJO
Plaza de toros de Murcia. XVII Festival taurino a beneficio de la AECC. Más de tres cuartos de entada en tarde soleada.
Ganadería: Un toro de Fermín Bohórquez para rejones, seis de Lagunajanda, de buen juego, salvo los lidiados en sexto y séptimo lugar; y uno extraordinario de Las Ramblas de regalo en octavo lugar.
Leonardo Hernández (rejoneador): Dos orejas.
Enrique Ponce: Dos orejas.
El Cordobés: Dos orejas y rabo.
Rafaelillo: Dos orejas y rabo, tras aviso.
El Fandi: Dos orejas y rabo.
Cayetano: Silencio, y dos orejas y rabo en el sobrero de regalo
El festival taurino a beneficio de la AECC alcanzó ayer su mayoría edad, al celebrarse su XVIII edición. La crisis se nota y no se llenó la plaza en su totalidad, como en otros años, pero sí registró el coso de La Condomina una gran entrada, superior a los tres cuartos de su aforo. Acudió un público festivo, muy diferente al que acude en feria, con ganas de pasarlo bien. Unos héroes anónimos y solidarios a los que no les importó que el festejo se alargara más de tres horas y media, al pedir Cayetano el sobrero.
El generoso respetable pidió y consiguió para los toreros actuantes trofeos a mansalva, concediendo la presidencia trece orejas y cuatro rabos en total. Un resumen que evidencia lo agradable y entretenida que resultó la tarde de toros.
El primero en escena fue el rejoneador Leonardo Hernández. Tuvo el honor de pasear los dos primeros apéndices del festejo. Paró bien en los medios a un toro de Bohórquez que pronto cantó la gallina buscando las tablas. Con 'Templario'clavó tres pares cuarteando con habilidad, arrancando paralelo a tablas, y se lució con 'Sarope' en una rueda de cortas colocadas al violín, abrochando su faena con un par de cortas a dos manos a lomos de 'Humorista'. Dos pinchazos precedieron al rejón definitivo.
La lidia a pie la abrió Enrique Ponce. El maestro no toreaba este festival de la AECC desde 2001. El maestro firmó un buen saludo de capa, recibiendo al primer Lagunajanda rodilla en tierra para estirarse posteriormente con gusto a la verónica. Con un bonito recorte puso al astado en suerte ante el piquero y a la salida del puyazo se gustó en un quite bien rematado con una media.
Brindó al respetable para comenzar por alto un trasteo en el que hubo entente cordial entre toro y torero. Siempre ayudó Ponce a embestir a un toro que no ofreció complicaciones. Las tandas por ambos pitones fluyeron con facilidad, con mayor ritmo y ligazón, si cabe, las ejecutadas con la diestra. Prevaleció la excelente técnica del valenciano que, tras matar de una estocada algo trasera, obtuvo el doble trofeo.
El primer rabo del festival lo paseó Manuel Díaz'El Cordobés'. Brindó a su hija mayor, Alba, quien ocupaba una contrabarrera. Éste es un torero que conoce muy bien al público y atiende a sus demandas. Tuvo nobleza el cornúpeta que le cupo en suerte y, tras dos series de corte clásico, El Cordobés dio rienda suelta a su repertorio más popular. Despeinado el flequillo, el rubio torero ofreció a sus incondicionales, en los terrenos de sol, un cóctel de saltos de la rana, desplantes desafiantes y muletazos rodilla en tierra, rematados con un gran volapié que tiró a su oponente patas arriba.
Curiosos los gritos de '¡torero, torero' y '¡tú sí que vales' que Díaz correspondió desde el centro del ruedo con aplausos a un público para comérselo -de dulce-.
También paseó los máximos trofeos Rafaelillo. El murciano se encontró con un ejemplar de Lagunajanda que tuvo calidad y no era cuestión de desperdiciar el manjar, más aún con lo que tiene por delante. Rafaelillo toreó bien de verdad. Su saludo fue una declaración de intenciones con tres largas cambiadas de rodillas y unas templadas verónicas. Su brindis fue para un amigo, Enrique Portillo. Luego comenzó la faena con las dos rodillas en tierra, incluyendo un cambio de mano de esa guisa. Las tandas de muletazos tuvieron intensidad, con el burel desplazándose y Rafaelillo llevándolo largo. Dio tiempos al toro y se cruzó para torear al natural con aire de artista. Tras dos circulares, en los que paró el reloj, la faena estaba hecha, pero el torero prefirió seguir paladeando el bombón hasta que el animal acabó buscando tablas.
También El Fandi contabilizó un rabo. Anduvo fácil con un toro muy potable. Un quite por chicuelinas y el tercio de banderillas pusieron ya al gentío a favor de causa. Su trasteo tuvo más cantidad que calidad, tirando en muchas ocasiones de recursos y adornos para llegar a la grada. Finalizó la faena bajo el tendido de sol, con pases de rodillas, molinetes y circulares al paso, acabando con una estocada al encuentro.
Cayetano se llevó en el sorteo un cornúpeta altón y complicado de Lagunajanda, con el que anduvo dubitativo y desdibujado. Abrevió y pidió el sobrero.
Antes de que saltara al ruedo el astado de regalo, actuó Conchi Ríos. Su enemigo sacó mal genio, embistió con la cara por las nubes y pidió oficio de matador cuajado, desarrollando peligro. La novillera no rehuyó la pelea y, pese a su incipiente técnica, lo intentó. Puso garra y aguantó las tarascadas del animal, engallándose en los desplantes.
El festival de la alegría -como le llama Agustín Navarrete- tenía que cerrarse con un final feliz. La octava res que saltó al ruedo, del hierro de Las Ramblas, resultó extraordinaria y el cambio de actitud de Cayetano fue evidente. Se tiró de rodillas para saludar al toro con una larga cambiada y compuso fenomenal en verónicas de capote de seda.
Esta vez brindó al público. Comenzó la faena de hinojos. Con el torero crecido y el toro entregado, el hijo de Paquirri toreó en los medios, encajado y pinturero, con momentos de mucha estética en los que manejó los trastos con delicadeza. El público, especialmente el femenino, salió encantado con la metamorfosis de Cayetano.