Las labores de búsqueda se centran en las zonas de huerta y locutorios de El Raal y Beniel
«Ese tío tenía que estar colgado de un pino». Ésta era la conversación que mantenían ayer dos clientes de la cafetería La Tapería, en la calle Mayor de El Raal, después de que el pasado lunes un inmigrante apalease sin piedad a María del Carmen Calderón Roldán, de 79 años, y a Fina Meseguer Ruiz, de 64 años, y le arrebatase la vida a Carmen Gea Marcos, de 69 años.
Los hechos se producían en el Carril del Rincón de Los Cobos de la pedanía murciana. Una zona que fue acordonada durante la mañana de ayer, y donde los agentes de la Policía Judicial de la Comandancia de la Guardia Civil de Murcia encontraron el arma que utilizó el presunto homicida: un palo de madera. Lo hallaron junto a varias huellas del agresor, tirado en el mismo huerto de limoneros en el que fue apilando los cuerpos amoratados de Mari Carmen y Fina. Apenas a unos metros del número 33 del Rincón de Los Cobos, donde todavía se apreciaban sobre el asfalto los restos de sangre de la difunta Carmen.
Mientras tanto, en el cielo resonaban las aspas del helicóptero de la Guardia Civil que desde primera hora de la mañana peinó las zonas de huerta de El Raal, Beniel, Santomera y La Aparecida, en suelo oriolano.
El blindaje que sufre El Raal desde que se produjeron las agresiones y el homicidio empezó a ser más que patente para los raaleños desde la noche del martes, «con controles en los puntos de acceso y salida de la pedanía», según varios vecinos. En el dispositivo también están participando agentes de paisano, y la búsqueda se ha hecho extensiva a puntos calientes como el Barrio de Rocasa de Beniel, donde se ubica una mezquita y reside una numerosa población de origen marroquí.
La Guardia Civil ya cuenta con una foto del agresor, cuyo origen es marroquí, y no argelino, como inicialmente apuntaron las víctimas. Los locutorios de la pedanía y de los municipios santomerano y benielense también ha sido visitados por agentes del Instituto Armado de los cuarteles de ambos municipios, que están colaborando con la Comandancia de Murcia.
«Nos sentimos señalados»
En el locutorio de El Raal, su propietario reconocía que «he pasado toda la noche sin dormir; la población marroquí se siente señalada. La agresión ha sido brutal. Todos somos iguales y, seamos marroquíes o españoles, nos duele igual». La tristeza de este marroquí, que prefería seguir en el anonimato por miedo al rechazo de sus clientes, contrastaba con la indignación que se respiraba en la panadería Los Pepes, donde Pablo Ballester repetía: «Ojo por ojo, para que el próximo se lo piense».
Pero en las últimas horas otros sentimientos, como el miedo, también se han apoderado de raaleñas. Victoria Barroso, de 66 años, asegura que «se está atemorizando a la gente y hasta que no detengan al asesino no vamos a salir a pasear por la huerta». Afirmaciones que se habían convertido en hechos consumados este miércoles, porque el Carril del Rincón de Los Cobos y los caminos de huerta que hasta él confluyen presentaban una imagen desértica tras levantarse el precinto de la Guardia Civil.
«Mi señora no pasa por aquí, prefiere sufrir el tráfico de la calle Mayor a caminar sola por los huertos», explicaba José Hernández, quien criticaba que «vivimos al límite de Murcia y Valencia, pero por aquí no pasa ni la Policía de unos ni la de otros. Duermo cada noche con el móvil pegado a la mesilla por si ocurre algo». Hasta el pasado lunes, vecinos de El Raal, Beniel y La Aparecida se desplazaban en bicicleta o caminando por Los Cobos para acortar tiempo, distancias y ahorrarse tráfico entre estas tres poblaciones. Pero, tras la brutal agresión, se decantan por alternativas como «el puente viejo de Beniel, el Camino de Los Carlos, la Calle Mayor de El Raal o la carretera». Estos días nadie se fía ya de la habitual paz de la huerta del Segura.