Alexia Salas/ San Javier/ la Verdad
No se trata de una especie diferente al langostino del Mediterráneo, sino que es la elevada salinidad del Mar Menor, donde engordan las crías, la que lo transforma en un manjar. El ciclo reproductor del langostino no se produce en la laguna, pues la alta salinidad, de 42 gramos por litro, frente a los 36 del Mediterráneo, mataría las larvas. Así que el desove se produce hacia diciembre por la costa de Guardamar y los alevines emprenden viaje por la orilla, allá por marzo, hasta la gola del Estacio.
Se aclimatan al agua salada del Mar Menor, que le impide crecer como sus hermanos que viajan a Sanlúcar, lo que hace su carne más concentrada y sabrosa, su caparazón oscuro y su sabor único. Para que haya una buena temporada, tienen que encontrar buena despensa de plancton, vientos favorables en la travesía hasta el Mar Menor y, como afirma un biólogo conocedor de la zona, «que la inexplicable evolución de los mares y la vida los favorezcan».
No se trata de una especie diferente al langostino del Mediterráneo, sino que es la elevada salinidad del Mar Menor, donde engordan las crías, la que lo transforma en un manjar. El ciclo reproductor del langostino no se produce en la laguna, pues la alta salinidad, de 42 gramos por litro, frente a los 36 del Mediterráneo, mataría las larvas. Así que el desove se produce hacia diciembre por la costa de Guardamar y los alevines emprenden viaje por la orilla, allá por marzo, hasta la gola del Estacio.
Se aclimatan al agua salada del Mar Menor, que le impide crecer como sus hermanos que viajan a Sanlúcar, lo que hace su carne más concentrada y sabrosa, su caparazón oscuro y su sabor único. Para que haya una buena temporada, tienen que encontrar buena despensa de plancton, vientos favorables en la travesía hasta el Mar Menor y, como afirma un biólogo conocedor de la zona, «que la inexplicable evolución de los mares y la vida los favorezcan».