La posible fusión de Cajamurcia y CAM no es la más satisfactoria, pero puede ser la más factible para ambas En Alicante «nada está descartado y todo es negociable», mientras en Murcia se dejan querer
JULIÁN MOLLEJO/ La Verdad
JULIÁN MOLLEJO/ La Verdad
Lo que hace más de un año parecía un disparate, la aguda crisis financiera lo ha convertido en una posibilidad real: la fusión de las dos entidades de crédito más importantes de la Región de Murcia, Cajamurcia y Caja Mediterráneo (CAM).
Las direcciones de ambas cajas mantienen públicamente que no hay contactos en esa dirección. Oficialmente, así es. Informalmente, sí que se han producido conversaciones. Resulta revelador que ninguna, hasta el momento, ha descartado esta posible operación, como, por ejemplo, sí ha hecho el presidente de CAM, Modesto Crespo, con respecto a una posible unión con Bancaja, la otra gran caja de la Comunidad Valenciana.
Las direcciones de ambas entidades dicen sentirse bien solas y que no necesitan fusiones, aunque, a renglón seguido, agregan que están abiertas a estudiar cualquier propuesta.
La situación de Cajamurcia es envidiable dentro de las cajas españolas. Por su tamaño (420 oficinas) ocupa una posición media en el sector, pero lidera los ratios de solvencia y eficiencia y tiene uno de los índices de morosidad más bajos. Sin embargo, no puede conformarse con eso, y para seguir creciendo necesita más tamaño.
El actual proceso de reestructuración del sector de cajas abre numerosas incógnitas, pero todos coinciden en que una conclusión segura será la concentración y reducción de su número. Cajamurcia ocupa una posición privilegiada en el mapa financiero actual, en el que conviven 45 cajas, pero, si mantiene su castidad, las perspectivas no son tan claras en un escenario futuro con tan solo una docena de grandes cajas.
Resultados dispares
CAM tampoco está mal, pero no llega a los niveles de eficiencia de Cajamurcia, a la que duplica en morosidad. En el primer semestre del año la caja que preside Carlos Egea ganó 115 millones de euros, y CAM 127, a pesar de duplicar en tamaño a la murciana. Los resultados de las dos entidades, como en el conjunto del sector, se han deteriorado desde el inicio de la crisis. Y en 2010, según algún expertos, seguirán cayendo.
En la actuales circunstancias, CAM parece más necesitada de alianzas, pero sus opciones son escasas. Cajamurcia, incluso sin prisas, tiene menos salidas aún.
Con la actual legislación, las fusiones más fáciles son las de cajas de la misma comunidad autónoma. De hecho, los movimientos que se están produciendo van en ese camino: Unicaja y Cajasur en Andalucía; Caja España y Caja Duero en Castilla y León; Manlleu, Tarrasa, Sabadell y Girona en Cataluña. Para unirse con una caja de otra comunidad existe la dificultad política del visto bueno del Gobierno autónomo, cuya oposición a perder entidades financieras sobre las que ejercen el control es total.
Cajamurcia tuvo una gran oportunidad con Cajasur antes del verano. La caja cordobesa, dirigida por la Iglesia y con problemas financieros, se ofreció a la murciana. Las consultas extraoficiales al Banco de España y al Ministerio de Economía fueron favorables. La entidad resultante se habría convertido en la primera caja del sur de España, con casi 900 oficinas, y sin apenas coste social, ya que el solapamiento de sucursales era casi inexistente. Pero la Junta de Andalucía se opuso, y forzó el matrimonio entre Cajasur y Unicaja.
El veto autonómico es el principal obstáculo de Cajamurcia para una fusión. El segundo son las condiciones establecidas por su presidente, Carlos Egea, y el Gobierno regional. «La principal condición es que la sede social tiene que estar en Murcia. Si esto se acepta, nos sentaríamos a hablar con cualquier caja. En segundo lugar, el proyecto debe ser sostenible y razonable para darle las mayores garantías a nuestros clientes», declaró Egea a La Verdad hace unos días.
El secretario general del PSOE murciano, Pedro Saura, lo suscribe. «La sede social no debe moverse de Murcia, ya que, en la actual crisis, se ha demostrado que Cajamurcia cuenta con un buen equipo directivo. Cualquier decisión que se tome, además, debe hacerse con el consenso político y social, y en favor de la viabilidad del sistema financiero», indica Saura.
Condiciones murcianas
El presidente regional, Ramón Luis Valcárcel, ha planteado otra exigencia: la presidencia de la nueva caja debe estar en manos de Carlos Egea, cuya experiencia y gestión son una garantía de futuro para la Comunidad murciana.
Para la CAM también es un problema el veto autonómico, ya que en su propia comunidad, una vez descartada Bancaja, apenas quedan más cajas. Se ha especulado con la posibilidad de unirse con Caixa Ontinyent (47 oficinas), pero las ventajas serían mínimas dado su escaso tamaño.
También han salido a relucir los nombres de Cajamurcia y CAM en el proceso de adjudicación de Caja Castilla-La Mancha, cuyo futuro, al estar intervenida, ya no está en manos del Gobierno manchego. Pero las últimas informaciones sitúan a Ibercaja y la BBK como principales favoritos.
Así las cosas, el posible matrimonio CAM-Cajamurcia puede que no sea el enlace ideal, pero tal vez sea el más factible para ambas. Aunque sean de distinta comunidad, la afinidad que existe entre los gobiernos de Valcárcel y Camps facilita la operación, así como las profundas raíces murcianas de la CAM y las buenas relaciones entre los equipos directivos de las dos cajas. «No hay nada descartado y todo es negociable», comentaba hace unos días un dirigente de CAM en referencia a las condiciones citadas por Egea, entre ellas la de conservar la sede social en Murcia, cuya importancia es relativa si la mayoría en la Asamblea General la tiene la Comunidad Valenciana.
Buena predisposición
Sin embargo, los inconvenientes son grandes, como el elevado coste social de la operación debido a la duplicidad de oficinas, sobre todo en la Región de Murcia, que existe entre las redes de ambas cajas. También resulta crucial la concentración de riesgo que debería asumir la nueva caja, al compartir Cajamurcia y CAM numerosas inversiones.
Pero no hay nada insalvable. En la CAM, su vicepresidente primero, el murciano Ángel Martínez, muestra abiertamente su predisposición a la fusión, y uno de sus compañeros admite que Carlos Egea como presidente y Roberto López Abad, director general de CAM, en la dirección general liderarían un buen equipo directivo para la nueva caja.
Las direcciones de ambas cajas mantienen públicamente que no hay contactos en esa dirección. Oficialmente, así es. Informalmente, sí que se han producido conversaciones. Resulta revelador que ninguna, hasta el momento, ha descartado esta posible operación, como, por ejemplo, sí ha hecho el presidente de CAM, Modesto Crespo, con respecto a una posible unión con Bancaja, la otra gran caja de la Comunidad Valenciana.
Las direcciones de ambas entidades dicen sentirse bien solas y que no necesitan fusiones, aunque, a renglón seguido, agregan que están abiertas a estudiar cualquier propuesta.
La situación de Cajamurcia es envidiable dentro de las cajas españolas. Por su tamaño (420 oficinas) ocupa una posición media en el sector, pero lidera los ratios de solvencia y eficiencia y tiene uno de los índices de morosidad más bajos. Sin embargo, no puede conformarse con eso, y para seguir creciendo necesita más tamaño.
El actual proceso de reestructuración del sector de cajas abre numerosas incógnitas, pero todos coinciden en que una conclusión segura será la concentración y reducción de su número. Cajamurcia ocupa una posición privilegiada en el mapa financiero actual, en el que conviven 45 cajas, pero, si mantiene su castidad, las perspectivas no son tan claras en un escenario futuro con tan solo una docena de grandes cajas.
Resultados dispares
CAM tampoco está mal, pero no llega a los niveles de eficiencia de Cajamurcia, a la que duplica en morosidad. En el primer semestre del año la caja que preside Carlos Egea ganó 115 millones de euros, y CAM 127, a pesar de duplicar en tamaño a la murciana. Los resultados de las dos entidades, como en el conjunto del sector, se han deteriorado desde el inicio de la crisis. Y en 2010, según algún expertos, seguirán cayendo.
En la actuales circunstancias, CAM parece más necesitada de alianzas, pero sus opciones son escasas. Cajamurcia, incluso sin prisas, tiene menos salidas aún.
Con la actual legislación, las fusiones más fáciles son las de cajas de la misma comunidad autónoma. De hecho, los movimientos que se están produciendo van en ese camino: Unicaja y Cajasur en Andalucía; Caja España y Caja Duero en Castilla y León; Manlleu, Tarrasa, Sabadell y Girona en Cataluña. Para unirse con una caja de otra comunidad existe la dificultad política del visto bueno del Gobierno autónomo, cuya oposición a perder entidades financieras sobre las que ejercen el control es total.
Cajamurcia tuvo una gran oportunidad con Cajasur antes del verano. La caja cordobesa, dirigida por la Iglesia y con problemas financieros, se ofreció a la murciana. Las consultas extraoficiales al Banco de España y al Ministerio de Economía fueron favorables. La entidad resultante se habría convertido en la primera caja del sur de España, con casi 900 oficinas, y sin apenas coste social, ya que el solapamiento de sucursales era casi inexistente. Pero la Junta de Andalucía se opuso, y forzó el matrimonio entre Cajasur y Unicaja.
El veto autonómico es el principal obstáculo de Cajamurcia para una fusión. El segundo son las condiciones establecidas por su presidente, Carlos Egea, y el Gobierno regional. «La principal condición es que la sede social tiene que estar en Murcia. Si esto se acepta, nos sentaríamos a hablar con cualquier caja. En segundo lugar, el proyecto debe ser sostenible y razonable para darle las mayores garantías a nuestros clientes», declaró Egea a La Verdad hace unos días.
El secretario general del PSOE murciano, Pedro Saura, lo suscribe. «La sede social no debe moverse de Murcia, ya que, en la actual crisis, se ha demostrado que Cajamurcia cuenta con un buen equipo directivo. Cualquier decisión que se tome, además, debe hacerse con el consenso político y social, y en favor de la viabilidad del sistema financiero», indica Saura.
Condiciones murcianas
El presidente regional, Ramón Luis Valcárcel, ha planteado otra exigencia: la presidencia de la nueva caja debe estar en manos de Carlos Egea, cuya experiencia y gestión son una garantía de futuro para la Comunidad murciana.
Para la CAM también es un problema el veto autonómico, ya que en su propia comunidad, una vez descartada Bancaja, apenas quedan más cajas. Se ha especulado con la posibilidad de unirse con Caixa Ontinyent (47 oficinas), pero las ventajas serían mínimas dado su escaso tamaño.
También han salido a relucir los nombres de Cajamurcia y CAM en el proceso de adjudicación de Caja Castilla-La Mancha, cuyo futuro, al estar intervenida, ya no está en manos del Gobierno manchego. Pero las últimas informaciones sitúan a Ibercaja y la BBK como principales favoritos.
Así las cosas, el posible matrimonio CAM-Cajamurcia puede que no sea el enlace ideal, pero tal vez sea el más factible para ambas. Aunque sean de distinta comunidad, la afinidad que existe entre los gobiernos de Valcárcel y Camps facilita la operación, así como las profundas raíces murcianas de la CAM y las buenas relaciones entre los equipos directivos de las dos cajas. «No hay nada descartado y todo es negociable», comentaba hace unos días un dirigente de CAM en referencia a las condiciones citadas por Egea, entre ellas la de conservar la sede social en Murcia, cuya importancia es relativa si la mayoría en la Asamblea General la tiene la Comunidad Valenciana.
Buena predisposición
Sin embargo, los inconvenientes son grandes, como el elevado coste social de la operación debido a la duplicidad de oficinas, sobre todo en la Región de Murcia, que existe entre las redes de ambas cajas. También resulta crucial la concentración de riesgo que debería asumir la nueva caja, al compartir Cajamurcia y CAM numerosas inversiones.
Pero no hay nada insalvable. En la CAM, su vicepresidente primero, el murciano Ángel Martínez, muestra abiertamente su predisposición a la fusión, y uno de sus compañeros admite que Carlos Egea como presidente y Roberto López Abad, director general de CAM, en la dirección general liderarían un buen equipo directivo para la nueva caja.