El último caso, ayer mismo, fue la parroquia de La Hoya, de donde se llevaron un lampadario y el dinero de otro
04.05.10 - 00:32 -
M. D. V. / A. N. / T. M. M. MURCIA. / La Verdad
04.05.10 - 00:32 -
M. D. V. / A. N. / T. M. M. MURCIA. / La Verdad
Hacen caso omiso del séptimo mandamiento. Ayer le tocó el turno a la iglesia de la pedanía lorquina de La Hoya. El domingo le llegó la hora al templo de San Pedro en Espinardo. Cada día son más las parroquias que se suman a la lista de los saqueadores. El Obispado observa con cierta preocupación estos casos y reclama una mayor vigilancia contra estos ladrones sin miedo al pecado.
Los fieles de la iglesia de la pedanía lorquina de La Hoya desayunaron ayer con la noticia de que los cacos habían entrado por la fuerza en su templo. ¿El objetivo? Hacerse con lo que pillaran a su paso. Como suele ser habitual, un botín escaso. «Gracias a Dios no se han llevado el sagrario. Han robado el dinero de un lampadario y otro se lo llevaron íntegro, porque al parecer trataron de abrirlo y no pudieron», explicaba ayer a 'La Verdad' el vicario episcopal, José Antonio Abellán.
No es la primera iglesia de la Región que ha sufrido robos de este tipo. En lo que va de año, también se han sumado a esta lista negra la iglesia mayor de Santiago de Jumilla, la de Santa Gertrudis en Lorca, la ermita del Garrobillo en Águilas, la de Espinardo en Murcia...
Una oleada de robos que José Antonio Trigueros, presidente del Cabildo catedralicio y deán de la Catedral de Murcia, achaca a la «descomposición que vivimos en España», con la falta de empleo, y a la inmigración irregular. «Todo esto empezó con lo de 'papeles para todos'», recalca. «Eso ha sido un desmadre muy difícil de controlar». El remedio, entiende Trigueros, se encuentra en «poner más orden y más vigilancia». El presidente del cabildo catedralicio hizo un llamamiento, además, para «crear un ambiente más sano entre las personas». 'La Verdad' trató ayer, sin éxito, de ponerse en contacto con el obispo, José Manuel Lorca Planes, para conocer su opinión sobre el tema.
«Suelen ser robos pequeños»
Los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado recalcan, sin embargo, que este tipo de robos no está sufriendo un aumento «reseñable» en los últimos meses. Al menos, no los que llegan a sus manos. «A menudo son robos muy pequeños, veinte euros del cepillo, y por eso nunca se llegan a denunciar», sostiene un portavoz de la Guardia Civil de Murcia. Su visión es compartida también desde el Cuerpo Nacional de Policía. «Suelen ser robos pequeños y se producen más en pueblos y en zonas de ámbito rural», explica un portavoz de la Policía Nacional.
El 90% de los autores de estos robos son, según fuentes policiales, delincuentes comunes. Las iglesias son objetivos golosos para este tipo de cacos, ya que, en muchos casos, la seguridad de puertas y ventanas es algo deficiente. «Normalmente no hay una vigilancia específica en estas iglesias o ermitas. A menudo la gente que lleva la iglesia está en las dependencias interiores cuando se comete el robo», explican desde la Policía Nacional. «Son robos sencillos porque se aprovechan de un ámbito de confianza».
Aunque rápidos, estos cacos no suelen ser demasiado profesionales. Pese al amplio patrimonio que poseen las iglesias de la Región, la mayoría de robos suelen ser bastante humildes. «Es infrecuente el robo de patrimonio. Hace años que no se dan casos importantes», explican desde la Policía Nacional. «La mayoría de estos ladrones desprecian lo que más vale y se llevan lo que más brilla».
Cuando se produce un robo en una parroquia las pesquisas policiales siguen dos caminos diferentes. Por un lado, se abre una investigación por el robo, que conduce la Policía Judicial, con sus toma de declaraciones, inspección ocular... Por otro lado, comienza una investigación sobre protección del patrimonio que llevará Guardia Civil o Policía Nacional, según sus competencias. Ésta tratará de controlar los canales de venta -en los que se pueden vender el material robado- o el catálogo de bienes. «No son objetos fáciles de vender».
La ermita de Santa Cruz, en la pedanía murciana de Sangonera la Verde, aún no ha podido reponer las tallas religiosas que una banda de ladrones de arte le robaron hace una década. La fe de muchos de sus vecinos les ha llevado, sin embargo, a rascarse el bolsillo y a comprar sus propias tallas. «Aquí no se ha sabido nada de qué pasó con eso», confesaba ayer una vecina de las viviendas más cercanas. «Yo porque no me lo puedo permitir, pero hay vecinos que han comprado un San José, una Virgen...». Su fe les sirve de arma contra estos ladrones sacrílegos.